¿Es posible aprender a escuchar?
Ahora que hemos tenido que paralizar, en gran medida, nuestros proyectos y planes más a largo plazo. Ahora que vivimos más que nunca en la inmediatez. En el aquí y ahora. En el exceso de información por todos los canales posibles, y en la comunicación constante con lo que hay ahí fuera a través de, sobre todo, las redes sociales. Miles de estímulos en cuestión de minutos, segundos, casi todos ellos visuales, a los que damos respuesta casi “sin mirar” (sin parar, sin respirar, sin reflexionar…). La acción-reacción como una forma de vida cada vez más normalizada, más instaurada. Todo rápido, todo ya.
Y yo me pregunto…, en esta autopista casi al borde del colapso ¿Dónde quedó la escucha? ¿Sabemos realmente cómo ejercerla de forma activa y consciente? ¿Es posible aprender a escuchar? ¿En qué nos puede beneficiar convertirnos en “grandes oyentes”?
Quizás es importante empezar por el principio. Por la raíz. Si ponemos el foco en la definición que nos aporta la Real Academia Española (R.A.E.) sobre “escucha”, además del significado evidente, “acción de escuchar”, la siguiente definición que nos ofrece es un tanto curiosa: “acción y efecto de espiar una comunicación privada”. Supongo que, durante muchos años, hemos ejercido la escucha para algo que no nos acercaba sino que nos separaba aún más. Y este es el resultado. Las otras definiciones tampoco tienen desperdicio. Si profundizamos un poco más, y buscamos el significado de “escuchar”, nos vamos acercando un poco más al quid de la cuestión, “prestar atención a lo que se oye”.
Pero la realidad es que no es del todo suficiente.
No dejo de leer por todos lados un texto de un tal Arthur Robertson, cuyo libro “Saber escuchar” está descatalogado, y cuya biografía no es tan sencilla de encontrar, sin embargo, la reflexión me parece tan potente que, sea de quien sea, reciente o antigua, de aquí o de allá, creo que merece la pena compartirla:
“Todos pensamos que escuchar es importante, pero, ¿cuántos de nosotros lo hacemos bien? Me permito informar que sería raro encontrar uno entre cien altos ejecutivos que fuese, de verdad, un buen oyente. Mucha gente centra su atención en lo que va a decir después de que termine de hablar la otra persona. Ni siquiera intentan comprobar lo que creen haber oído, y mucho menos reconocer el tono o los matices emotivos. Se trata de errores fundamentales a la hora de emplear esta habilidad básica. Con independencia de los estudios que haya cursado o de su experiencia, usted debe aprender a escuchar”.
Son muchas las personas profesionales de la educación y la psicología que han estudiado este fenómeno. Es pertinente diferenciar entre los conceptos oír y escuchar, aunque cada vez se habla menos de su semejanza. Oír es un fenómeno fisiológico, pasivo, que consiste en percibir las vibraciones del sonido. Escuchar, por su parte, requiere un esfuerzo consciente, un cuidado. Son muchas las definiciones e interpretaciones al respecto, podría definirse como la capacidad que tenemos las personas de captar, atender e interpretar los mensajes que nos llegan, más allá de las palabras (pensamientos, gestos, necesidades, sentimientos, emociones…).
Escuchar para comprender, no para responder.
Sin escucha no hay comunicación posible. Esa tendencia generalizada a dar respuesta a todo la información que nos llega, casi sin parpadear, sin pensar, posiblemente relacionada con la inmediatez que nos invade, es una barrera inmensa para la comunicación. No saber escuchar puede acarrearnos problemas a la hora de relacionarnos, de negociar, delegar, trabajar en equipo… Si no conseguimos comprender lo que escuchamos (y, por tanto, a la persona que tenemos enfrente), es fácil que se generen situaciones de desinformación y conflicto.
Se podría decir que escuchar es un arte que requiere trabajo y dedicación.
Hoy por hoy, existe casi un consenso unánime entre los y las diferentes profesionales, de que se trata de una competencia básica y fundamental en cualquier faceta de la vida y en los diferentes ámbitos profesionales, especialmente en los escenarios donde se dan procesos de enseñanza-aprendizaje. A pesar de ser considerada una habilidad básica, imprescindible en cualquier proceso comunicativo, es un comportamiento muy difícil de encontrar.
Son muchos los consejos o tips que se dan para llevar a cabo una adecuada escucha activa. Me quedo con dos aspectos que resumen, en mi opinión, todos los demás. Por un lado, es imprescindible manifestar una actitud empática hacia la persona que nos habla, facilitando así la comprensión de lo que nos está diciendo y de lo que está sintiendo. Por otro lado, debemos demostrar esta comprensión a través de una serie de comportamientos no verbales como el mantenimiento del contacto ocular, “gestos acogedores” o tener una postura corporal receptiva, o verbales como “entiendo”, “aja”, etc.
Algunas de las barreras que pueden dificultar este proceso son las distracciones constantes, las interrupciones antes de que terminen de hablar, querer dar la solución rápido y ya, rechazar, juzgar o minimizar lo que nos cuentan con expresiones como “eso no es nada” o “no es para tanto”, así como empezar a contar, sin venir a cuento muchas veces, lo que nos pasa a nosotros/as mismos/as o nuestra opinión al respecto, cuando no se nos ha pedido. ¿Os sentís identificados/as con estas tendencias? Yo sí. Quizás aquí es donde nos damos cuenta de que escuchamos mucho menos de lo que pensamos. O quizás que tenemos un concepto de “escuchar” aún por definir, por pulir. Y está bien. Aunque sea un camino complejo, no es imposible, requiere, como se ha dicho anteriormente, un esfuerzo consciente.
La pregunta es… ¿estamos dispuestos/as a ello?
Si nos dedicamos al ámbito educativo o si trabajamos con personas, no tenemos excusas, trabajar desde una escucha comprensiva es más que necesario (por no decir que obligatorio). Algunos de sus beneficios son:
- Que genera confianza, cercanía y seguridad.
- Facilita las relaciones con las demás personas.
- Nos ayuda a entenderlas mejor.
- Genera beneficios para desenvolvernos y relacionarnos en sociedad.
- Reduce tensiones.
- Estimula la cooperación.
- Proyecta una imagen de inteligencia y respeto hacia las demás.
- Ayuda a detectar problemas a tiempo.
- Consigue aumentar la productividad al minimizar malentendidos.
- Nos ayuda a pensar antes de hablar y actuar.
- Contribuye a descubrir los gustos, las necesidades e inquietudes de otras personas.
Y estos son solo algunos de sus puntos fuertes en las relaciones con los y las demás, imagina lo que puede llegar a ser practicarla también hacia dentro.
Hacia nosotros y nosotras mismas.
Pero esto ya es otro tema.
Fuentes consultadas:
Hernández Calderón, K. y Lesmes-Silva, A. (2018). La escucha activa como elemento necesario para el diálogo. Revista Convicciones, 9(1), 83-87.
Hernando, A., Aguaded, I. y Pérez, A. (2011). Técnicas de comunicación creativas en el aula: escucha activa, el arte de la pregunta, la gestión de los silencios. Revista Educación y Futuro, 24, 153-177.
Pérez, C. (2008). Acercamiento a la escucha comprensiva. Revista Iberoamericana de Educación, 45(2).
García-Allen, J. (sin fecha). Escucha activa: la clave para comunicarse con los demás. Revista online Psicología y Mente. Recuperado de: https://psicologiaymente.com/social/escucha-activa-oir
Bellver, E. (2020). La escucha activa: características y técnicas para practicarla. Revista online Depsicología.com. Recuperado de: https://depsicologia.com/la-escucha-activa/